lunes, 22 de julio de 2024

En defensa del adjetivo, de Adam Zagajewski

 

A menudo nos repiten que debemos suprimir los adjetivos. Un buen estilo —oímos decir—puede prescindir perfectamente del adjetivo; le basta el arco sólido del sustantivo y la flecha ubicua del verbo. Y, sin embargo, el mundo sin adjetivos es triste como un quirófano en el día de domingo. Una luz azulina se filtra a través de las ventanas frías, zumban en voz baja los mustios tubos fluorescentes.

            El sustantivo y el verbo son suficientes para los soldados y los dirigentes de los países totalitarios. Porque el adjetivo es el garante indeleble de la individualidad de los objetos y las personas. He aquí un montón de melones en un tenderete. Para un adversario de los adjetivos la situación no presenta ninguna dificultad. “Los melones están en el tenderete.” Y lo cierto es que un melón es amarillento como la tez de Talleryand mientras discurseaba en el Congreso de Viena, otro es verde, inmaduro y lleno de arrogancia juvenil, y hay uno que tiene la cara chupada y se ha sumido en un silencio profundo y fúnebre como si no pudiera acabar de despedirse de los campos de Provenza. No hay dos melones iguales. Algunos son oblongos, otros rechonchos. Duros o blandos. Huelen a campiña y a amaneceres o están secos, resignados a todo, asesinados por el transporte, por la lluvia, por las manos de unos desconocidos y por el cielo plomizo de un suburbio parisino.

            El adjetivo es para la lengua lo que el color para las artes plásticas. Pongamos por caso a ese señor de edad provecta que se sentado a mi lado en el vagón de metro: ¡es una mina de adjetivos! Finge dormitar, pero observa a los pasajeros por debajo de los párpados entornados. Por su rostro vaga una sonrisa guasona que a ratos se convierte en un mohín irónico. No sé si lo que habita en su interior es un desespero apacible, cansancio o un sentido del humor inmune a la acción destructora del tiempo.

            El ejército limita la cantidad de adjetivos. Sólo el adjetivo “uniforme” parece complacer sus ojos sin color. Ropa uniforme, carabinas uniformes. Quien, después de unas maniobras, se pone el traje de civil para ir a dar un garbeo por una ciudad de civiles, matices, formas y diferencias con la que saluda el cosmos repleto de individualidades bien marcadas.

            ¡Viva el adjetivo! Pequeño o grande, olvidado o actual. ¡Te necesitamos, oh adjetivo maltratado por los puristas! ¡Nos haces falta, oh adjetivo moldeable y esbelto que yaces ingrávido, ojo avizor, sobre los objetos y las personas, velando porque no se pierda el sabor vivificante de la individualidad! Ciudades sombrías y calles bañadas en un sol pálido y cruel. Nubes del color de las alas de las palomas y grandes nubarrones rebosantes de ira: ¿qué sería de vosotras sin las alígeras flotillas de adjetivos que siguen vuestra estela?

            La ética no sobrevivirá ni un solo día sin adjetivos. Bueno, malo, artero, magnánimo, vengativo, apasionado, noble—he aquí unos vocablos que brillan como la cuchilla de una guillotina.

            Y, si no fuera por los adjetivos, tampoco habría recuerdos. La memoria está construida con adjetivos. Una calle larga, un día tórrido de agosto, un portillo chirriante que conduce al jardín y allí, entre las grosellas recubiertas de polvo estival, tus ingeniosos dedos (“tus” también es un adjetivo—sólo que posesivo—).

 

Adam Zagajewski

Dos ciudades, pág. 298, Acantilado.

Traducción de J. Slawomirski y A. Rubió 

lunes, 25 de septiembre de 2023

Un poema de Jack Gilbert

 Convalecencia

 

Me paso los días decidiendo

cómo hacer un poema conmemorativo.

No, por suerte, un epitafio.

Un poema sin estridencias,

que dilucide el hecho que soy yo.

Una de las caras fortuitas

en esas procesiones de piedra.

Compuesto con cuidado.

Que no diga que estuve

en ninguna gran victoria.

Pero que me ofrecí como voluntario.

 

 

Traducción de Ezequiel Zaidenwerg. 

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Un poema de la casa

 

BIENVENIDA PARA UN EXTRATERRESTRE

 

Para el taller Zoomkata, con cariño

 

No te has perdido mucho, amigo.

Todos los millones de años del planeta

caben en esta muela careada. Mira.

Nosotros tenemos relativamente poco

viviendo en este vecindario,

en este sucumbir de especie por especie.

Podemos dar un paseo por los valles de la muerte, hay espacio. 

No te hablaré mucho sobre cosas antiguas

porque en realidad no conozco demasiadas, 

solo puedo decirte que seguimos usando el oro negro

en la cuenta sin fondo de nuestra alegría,

ese venero que el diablo no abandona;

que el sol y el viento algún día llegarán a ser

algo más que símbolos de luz para ser luz en verdad,

que te conviene ver la cuarta temporada de Seinfeld

y que la guerra siempre está a la vuelta de la esquina

mientras Anne Carson rige el mundo.



Algunos sueños sobre el capitalismo, p. 20. 

FCE, 2022

domingo, 4 de junio de 2023

Un poema de Charles Simic

 El juego del escondite

 

No he encontrado a nadie

de la vieja pandilla.

Quizá estén todavía escondidos,

aguantando la respiración

y tratando de no reírse.

 

Nuestra calle ha tenido poca suerte,

tiene rotas casi todas las ventanas

allí donde en las noches de verano

oíamos discutir a las parejas

o las veíamos bailar escuchando la radio.

 

La pelirroja de la que

todos estábamos locamente enamorados

que se sentaba en la escalera de incendios

fumando hasta altas horas de la noche,

también debe de estar escondida.

 

El muchacho flaco

con muletas

que siempre llevaba un libro,

tal vez no haya

ido muy lejos.

 

La oscuridad llega pronto

en esta época del año

y hace muy difícil

reconocer caras conocidas

entre las de los extraños.

 

 

Charles Simic

Traducción de Nieves García Prados 

 


 

 

viernes, 12 de mayo de 2023

Un poema de Natalia Toledo

La muerte pies ligeros

 

El aroma del viento dulce cesó en mi casa.

Quebrados los dedos del sol

solo queda un horno de barro lleno de lama,

su fuego ya no muerde la palma de mi mano.

La boca del olvido está oxidada.

En los ojos de los míos se borrará la sombra

con la que me amaron.

Sobre la espalada de un perro me sentaré para remar en el mar vivo,

daré monedas para el responso a los hombres

que cobran para entrar en donde es tierno el mundo.

Un cántaro llevaré a mi cadera,

llenaré de polvo de chintul mis cabellos

y sobre una piedra me sentaré a extrañar

todo lo que aquí no pude querer.

 



Natalia Toledo

Deche Bitoope / El dorso del cangrejo

Almadía. Segunda edición, 2022.

Pág 43.