Cuando se ha vivido
mucho tiempo solo
1
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
uno
evita matar la mosca
y
la deja ir, y duda en golpear siquiera
al
mosquito a pesar de querer dar una manotada
a
la carne bajo él, y saca uno al sapo
del
profundo pozo que no pudo salvar,
lo
lleva al pasto sin preocuparse
de
la ponzoña con que lubrica su piel,
y
envuelve en una toalla la golondrina
que
cayó por la chimenea y golpea
insistente
las ventanas, la libera uno,
la
ve volar, un lazo vital con la realidad,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
2
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
uno
atrapa a la serpiente por detrás de su cabeza
y
la sostiene hasta que ha dejado de intentar
clavar
en nuestra carne su roja lengua
—dividida
en dos negros filamentos y que brota
como
los eructos del tragafuego
y
poco tienen que ver con el trozo rosado que crea
los
sonidos y duerme en la boca humana—
y
la atrapa entre sus quijadas
dejando
que las puntas se muestren,
así
como hacen los niños al concentrarse
y
como quizás hace uno sin saberlo,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
3
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
entre
arrepentimientos tan grandes que el pasado
ocupa
casi todo el espacio de la conciencia,
uno
percibe en los ojos de la serpiente —que miran atrás
sin
por eso prestar menos atención al futuro—,
la
primera capa del leucoma opaco, azul lechoso
que
cubre a las serpientes poco antes de cambiar
de
piel y tornarse nuevas —mientras continúan,
por
supuesto, envejeciendo—, ese mismo bleu
passé
que
blanquea las córneas de los ojiazules
cuando
se tienden la final y bucan el cielo,
y
ese diluirse, uno sabe, significa que jamás lo hallarán,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
4
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
uno
lleva a la serpiente cerca de la bocina
de
la que brotan bellos sonidos, y la mira arquear
su
parte frontal en cuatro ángulos rectos,
como
queriendo desacelerar la música
que
fluye a través de ella, para absorberla
como
leche del paraíso entre su carne,
hasta
que un tenue brillo aparece en su boca,
una
gota de fluido intenso, tal como en los humanos
podría
formarse tras larga excitación en la punta
del
pene, y mientras se yergue
tiene
el pathos que encuentra uno en el
pene,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
5
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
uno
tiene a examinar a una criatura
comparando
su rostro eterno con el nuestro,
pleno
de horas, midiendo cada diferencia,
exagerándola,
haciéndola total hasta que
el
otro es completamente otro, entonces,
con
gran esfuerzo, mostrando la lengua quizás,
repasa
cada diferencia una vez más,
y
cancelándola, no ve ya
si
no semejanzas, hasta que… media hora después
uno
despierta repentinamente, sorprendido de las ansias
con
que se abandonó al gozo del parentesco,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
6
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
y
escucha uno de mañana a los tórtolas
cantando
su kyrie eleison o algo minúsculo,
espiritualizado
en una rama, gritar “¡pihuit-fib!”
a
los grillos avivar el fuego
de
sus muslos al frotarlos, o pajarillos que silban
como
chiquillos por los campos y al atardecer
tintineos
constantes como golpes de cincel y mármol
o
al caer la noche a los renacuajos apenas transformados en ranas
elevar
su ave verum corpus —escuchamos a
aquellos
que
brincan o vuela pedir para nosotros la piedad
de
otras lenguas— y las oímos como voces interiores,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
7
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
uno
sabe que la conciencia lo consuma todo,
y
como el único consciente entre estos otros
que
pronuncias su canto de asistencia
—embruja
la avecilla más pequeña “¡chi-bec!”
o
tañe el carpintero de cabeza roja
un
tubo de desagüe o el urogallo tamborilea
“tump
tump tump tump-tump-
tump-tump-rup-rup-rup-rup-r-r-r-r-r”
entre
los árboles, todos ellos al correr el tiempo
tratando
de cantar hasta reconocerse—
uno
sabe que está aquí para oírlos hasta brillas,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
8
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
le
agrada a uno el cerdo que tolera poco la falta
de
placer tanto como el puercoespín o cerdo espinado
que
entra al sótano pero no a las casa
para
tragarse las escaleras del sótano de abajo hacían arriba
y
gusta uno de la lombriz que encogiéndose
y
expandiéndose penetra la tierra
tanto
como de la mariposa que aletea preocupada
entre
las lilas, mientras oscurecen
y,
poco a poco, nos percatamos de gustar de
cualquier
especie más allá de la nuestra,
que
ha enloquecido, exiliándonos de nosotros mismos,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
9
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
amargo,
misántropo, hace uno suyo el
alarde
satánico: mejor reinar en el infierno
que someterse en la
tierra y olvida
su
raza —como la serpiente que ahora cesa
sus
intentos por llegar al suelo y se demora
sobre
nuestro cuerpo, acomodándose al contorno,
adoptando
su temperatura— y pierde uno la esperanza
de
la dulzura de la amistad o el amor,
poco
después no puede ya recordar lo que son
y
envidia la quietud de los inorgánico:
desintegración
que quizá uno no sepa detener,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
10
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
y
el tordo llama y hay respuesta,
y
la cabeza del sapo en la superficie repite
los
himnos sexuales de su primera primavera
y
la serpiente desciende bajo el umbral
y
desaparece entre las rocas, uno los mira
vivir
para unirse a los suyos y sabe que
después
de mucho tiempo de soledad y tanta distancia
des
los nuestros, cerca del reino de los otros,
la
fuerte oración en nuestro canto
volverá,
si uno lo hace, a lo propio,
un
mundo casi perdido, en el exilio que se ahonda,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
11
Cuando
se ha vivido mucho tiempo solo,
uno
quiere vivir una vez más entre hombres y mujeres,
tornar
allá donde rompimos con lo humano,
donde
el bullicio de la muerte y ahora también
de
la historia refleja su brillos en los rostros,
donde
la mirada del bebé rebasa aquella de la
bisabuela,
donde los amantes conversan
con
labios ásperos de tanto besar, ese lenguaje
igual
en cada boca, y como aves al amanecer
parlotean
la canción de cielo y tierra
hasta
que el sol se ha elevado y quedan
en
el halo de ser uno: hasta el final,
cuando
se ha vivido mucho tiempo solo.
Galway Kinnell
(Providence,
1927 – Vermont, 2014)
Tradución: Luis Mayer