La analogía es burda. Pienso en la
poesía como pienso en una familia. Me explico. Se acerca navidad y con ella
algunas experiencias familiares que quisiéramos saltar pero que en ocasiones
resultan imposibles de evadir. Ahí está el abuelo, arrellanado en el sillón, un
poco ebrio, contando su experiencia, hablando de la tradición que conoce y
quisiera perpetuar hasta su muerte. Su vida, las calles, tres o cuatro nombres
importantes, el llanto, los comunistas, el sistema. En el sillón frente a él la
abuela, sus cavilaciones sobre el cuerpo, su conocimiento pleno y su lenguaje
mítico. El padre desde la mesa que quisiera contradecirlos pero no sabe cómo y
termina diciendo lo primero que se le viene a la cabeza, lo que sea pero en su
contra. La madre que quisiera contradecirlos pero no sabe cómo y termina
diciendo que el año viene mal para los hombres, que los tiempos, qué bueno, han
cambiado; que los hijos son ingratos pero ella se sabe también ingrata y
desconocida. El tío que estuvo en prisión y lo dice sin miedo, con orgullo,
transgrediendo las formas que considera implantadas pero imponiendo otra forma
que considera inequívoca, otro laberinto. La tía que vivió libremente en los
setenta, que abraza con cariño a los más pequeños porque sabe que la vida es inútil,
que somos inútiles, y disfruta de la vida por ese conocimiento. La otra tía que
habla y habla y habla como si del lenguaje lo único que le importara fuera, qué
maravilla, su sonido. Los primos resguardados en sus celulares, escribiendo en
el idioma del que nace como un nativo digital y del que se espera,
saludablemente, un distanciamiento crítico de su propia familia. Y nunca falta
el sujeto que nadie sabe qué hace ahí, quién lo invitó, de dónde viene, y
pasados los tragos resulta un amigo más, un confidente del que sólo salen
algunas palabras, algunas promesas, y que nunca vuelves a ver en tu existencia,
ente abstracto y necesario en tremenda fiesta. Yo trato de mirar todo esto
desde fuera pero es imposible. De esta familia vengo y todavía no sé qué
postura, qué palabras tomaré como propias antes de escribir las mías, pero los
escucho, en ocasiones renegando y en ocasiones siendo un simple espectador de
la maravilla multitudinaria. Balanza de recursos. Esta es mi familia. Ojalá me
libre, inútilmente, de juzgarlos.
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