La noche
La
noche, es decir, verde, azules y un poco de rojo muy oscuro que muerde con su
grumos lo bajo de la página. Escribo de prisa la palabra charco, la palabra
estrella. Escribo nacimiento. Escribo pastores y reyes magos. Escribo que rompo
un foco y todo se vuelve negro.
La tarea de inexistir
Me
hablaron de una civilización dotada de todos los recursos del marmolero, del
fundidor, y que era heredera de un arte clásico que gustaba de colocar efebos
desnudos y corés en los cruceros de las ciudades o en la penumbra de los
templos. Pero esta nueva época no quería más estatuas. No tenían más que
zócalos vacíos donde a veces se encendía un fuego que doblegaba el viento del
mar. Los filósofos dijeron que son ésos, los lugares desiertos, las únicas
obras que valen — asumiendo entre el vulgo ingenuo la tarea de inexistir.
Me hablaban
Me
decían no, no cojas eso, no, no toques, eso quema. No, no intentes tocar,
sostener, eso pesa mucho, eso lastima.
Me decían: lee, escribe. Y yo hacía
el intento, tomaba una palabra, pero se debatía cloqueando como una gallina
despavorida, lastimada, en una jaula de paja negra con viejas manchas de
sangre.
Tomados
de Las uvas de Zeuxiz
Era
2013
Traducción
de Elsa Cross
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