El juego del escondite
No he encontrado a nadie
de la vieja pandilla.
Quizá estén todavía escondidos,
aguantando la respiración
y tratando de no reírse.
Nuestra calle ha tenido poca suerte,
tiene rotas casi todas las ventanas
allí donde en las noches de verano
oíamos discutir a las parejas
o las veíamos bailar escuchando la radio.
La pelirroja de la que
todos estábamos locamente enamorados
que se sentaba en la escalera de incendios
fumando hasta altas horas de la noche,
también debe de estar escondida.
El muchacho flaco
con muletas
que siempre llevaba un libro,
tal vez no haya
ido muy lejos.
La oscuridad llega pronto
en esta época del año
y hace muy difícil
reconocer caras conocidas
entre las de los extraños.
Charles Simic
Traducción de Nieves García Prados
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