La
jurado
Dolorosas mudanzas de
entrecasa
han convertido el cuarto de
la difunta
en este desordenado
escritorio
donde leo poemas de cien
jóvenes
y con ignorancia
califico.
En la pared
queda una suave mancha de
grasa
donde la difunta apoyaba su
coronilla
de madre.
Desde allí
viene a leer conmigo.
Ella siempre fue petulante:
yo soy el jurado
pero ella me adelanta
en el juicio, me condena
otra vez
a hijo.
En las páginas de ustedes,
muchachos, la muerte
tiene más nombres que la
vida
y baila
ebria,
sonora, las mejillas
pintadas como muñeca
de teatro y literatura.
Sólo un verso brillante,
sólo dos y el resto
puras fintas, me dice
la jurado. La muerte
de verdad
es como la poesía: mírala
venir
como una forma
de la templanza.
José
Watanabe
(Perú, 1945 – 2007)
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