A Fernanda
Hace años, cuatro
que tus manos van
recorriendo el mundo
y qué gusto que hoy anden
quietas
y anden junto a las mías.
Yo no vengo a darte nada
qué voy a darte si tus manos
ya están llenas
si has tocado el bosque
entero
y un aire más frío
y dedos que no habrán de
parecerse nunca a los que tengo.
Miro aquí tus manos
tus manos negras de niña
y sé que no recuerdas
todavía
cuántas cosas te han llenado
los dedos.
Yo te he visto malabarear
naranjas
y sepultar entre las palmas
calientes un pájaro muerto
levantar perros que recién
despiertan
y ahora
sostener con fuerza
mi mano que se llena, apenas
con las tuyas.
Mira niña, que tu boca carga
ya dos lenguas
y tu espalda tierna dos
mundos
en lo que no has de
acomodarte nunca.
Entonces que tus manos no
carguen
nada que no quepa y plazca
en tu boca
que no carguen más que mi
mano
o lo que desde verte nace
y tiene ganas de ser un
pájaro pequeño
para saber que cabe bien en
esas manos
que irán, poco a poco,
guardando
todo lo que les guste de
este mundo.
Octavio
Hijar
(Chihuahua, 1992)
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