No al lector: al oyente
Lo
peor en esto de leer en público es el espejo. Viene y se rompe. O viene uno y
se encandila en él. Mejor atenerse, para huir de la autotrampa, a lo que me
dije alguna vez:
“Sólo se aprende aprende aprende
de
los propios, propios errores”.
“Me enseñaron a ganarlo todo y a no
perderlo todo. Y, menos mal que yo me enseñé solo a perderlo todo”. ¿Solo? ¿No
habrá también orgullo en eso?
Quiero decirle de una vez: me duele este
oficio. Aunque no haya nunca otro mayor, como está escrito en el relámpago; ni
el que te hace sabio ni el que te hace poderoso, pero hay que merecerlo. No
transar con el éxito ni con la adversidad. Porque, dicha o desdicha, todo es
mudanza para ser. Para ser, y más ser; y en eso andamos los poetas. Tal vez por
ello mismo no funcionemos bien en ningún negocio; ni del Este ni del Oeste. Y
nuestro único negocio tenga que ser la libertad.
Libertad que a veces uno confunde con el
salvacionismo solidario o la adhesión total; a mí me ha pasado. No mucho, desde
el momento que ya de niño mi única conducta o militancia fue siempre la poesía,
pero me ha pasado. Claro que no hasta el punto de confundir poetizar con
politizar porque eso sería servidumbre, y alejarse del Misterio. Y yo creo en
el Misterio. Ahora, que si me harté hasta el hartazgo de cualquier modo de
consignismo, sin haber cedido nunca a su tentación, no iba a adherirme al otro
fariseísmo de callar. De callar sucio, porque si no lo dices se te seca la
lengua, y adiós vidente mío. Nada nunca con la mutilación temática justo porque
el poeta de veras es él y más que él: uno y todos los mortales; el vencedor lo
mismo que el vencido; el amante, el amado, el loco, que –como dijo Chesterton-
lo ha perdido todo menos la razón; el homo ludens, casi nunca el sapiens pero a
la vez el homo religiosus; el zoon politikon, el adivino; el nadie, el nada, el
zumbido del Principio.
¿Pero que no vinimos entonces a oír unos
versos?
Gonzalo Rojas
(Lebu
1916 – Santiago 2011)
Pág.
9
Del
relámpago (Poemas)
Colección
Tierra Firme
FCE,
Primera edición
1981
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