(Se llevó la corriente 500
criptas del cementerio)
El Alamillo desbordó.
Las presas, como el pueblo,
no soportan demasiado.
Días y días de agua
cubriendo una ciudad
que vive de milagro y de
milagro los muertos
ya estaban muertos.
Días y días hasta que la
Negra puedo salir corriendo
a visitar la tumba de
Lalito, su primer hijo,
para ver qué había quedado
de aquellas tierras olvidadas.
Los ataúdes yacían sobre la
tierra,
entreabiertos
dejando ver algunas manos
que imagino muy felices
saludando al mundo otra vez.
La tumba de Lalito estaba
intacta,
Lalito no quiso regresar.
¿Para qué?
En la entrada del panteón
municipal
un señor dijo: Sólo me queda recordar
a
mis difuntos porque la capilla,
en
donde cuatro de mi familia descansaban,
simplemente
desapareció.
Eso debió hacer desde el principio.
Regresa mi tía la Negra
más tranquila aunque algo
decepcionada:
Qué te costaba salir a verme un ratito.
Como siempre vuelve a la
cocina,
llegan Pedro, Hugo y Pedro,
se sirve la mesa, charlan un
poco.
Hugo pregunta ¿cómo está Lalito?
Muy
bien,
contesta la Negra.
Muy bien.
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