XV. [Las damas rusas]
Triste lo triste: como un cuerpo muerto
en
los arroyos de la primavera.
Y mis arlequines de espuma
adentro,
en lo hondo negro, fingiendo
que es verdad;
mis payasos caídos, títeres
de un capricho supremo,
al final del final, su vapor
lento, renqueando
por la costa aguda, a dónde
iba, a una ruta de sombras,
la moneda en la mano, a
quién se la doy,
cuando paso el río se desencadena,
mentira es lo que sientes,
mi arlequines dudosos
traen mochilas de encargos,
regalos, el fieltro
los separa del dolor, son
arlequines de tela, al oído,
son payasos de estopa, no
ríen de veras, mientes, rijosos,
se escapan por un hoyo, como
esa herejía llamada alma,
dice ella, la más rusa, la
menos dama, la menos pintada,
rima oro con toro, se clava
el cuerno, se irrita con la mugre,
estruja su trozo de algodón,
¿te vas?, no te vayas, vete,
la
sangre sólo huele a sangre, mis arlequines astutos
calculan su desprecio según
el fulgor de cada desperdicio
en ese arroyo de mientras,
esa agua de antes,
ese tiempo estirando la cola
entre los rasgos
de qué río, en mi mente
hubo largos trances,
ficciones que duraron semanas
pero ningún río fijo pudo
instalarse
en el recoveco de su imagen,
quién querría ese desecho,
ese brote de intimidad
cuando una máscara se cambia
por otra, la primeriza,
río de la mueca, mis payasos
detentan su propia idea
del mundo, distinta, más
breve, rutilante,
¿amorosa?, cándida en todo
caso, la broma
guardada en su bolsillo de
remiendos
como el último recurso antes
del silencio,
¿piensan?, yo a veces pago
sólo por contemplar.
Tedi López Mills
(Ciudad de México, 1959)
Pág. 39
Parafrasear
Bonobos
México 2008
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México 2008
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