martes, 16 de diciembre de 2014

Ciclo Joseph Brodsky



Canción

Ojalá estuvieras aquí, querida;
ojalá estuvieras aquí.
Ojalá estuvieras sentada
junto a mí, en el sofá.
Tuyo fuera el pañuelo,
mía la lágrima, camino del mentón.
Aunque podría, desde luego,
ser más bien al revés.

Ojalá estuvieras aquí, querida;
ojalá estuvieras aquí.
Ojalá estuvieras en mi coche
y cambiaras de marcha.
Nos hallaríamos en otra parte,
en una playa virgen,
o bien, volveríamos adonde
ya hemos estado.

Ojalá estuvieras aquí, querida;
ojalá estuvieras aquí.
Ojalá no supiera astronomía
cuando asoman las estrellas,
cuando la luna rasa el agua,
que cambia de postura en su sueño, a un suspiro.
Ojalá tuviera veinticinco centavos
para marcar tu número.

Ojalá estuvieras aquí, querida,
en este hemisferio,
mientras estoy sentado en la terraza
bebiendo a sorbos una cerveza .

Es tarde; el sol se está ocultando,
gritan los niños y lloran las gaviotas.
¿De qué sirve el olvido
si lo sigue la muerte? 


Joseph Brodsky

lunes, 8 de diciembre de 2014

Ciclo Joseph Brodsky



ADIÓS,
olvida
y no desfallezcas.
Deja tus cuentas claras
pues no regresarás.
Serás audaz
tu camino
será recto
sencillo.
Las estrellas de oropel
van a arder para ti
en la bruma,
la esperanza va a calentar
la palma de tus manos
en la hoguera.
Habrá ventiscas
nieve, lluvias
y el zumbido frenético del fuego,
tendrás más éxitos que yo
en el futuro.
Habrá vigorosas y hermosas
batallas
que retumbarán en tu pecho.
Soy feliz por aquellos
que, tal vez,
encontrarás.


Joseph Brodsky

lunes, 1 de diciembre de 2014

Un poema de Jirí Orten



Séptima elegía

Le escribo, Karina, y no sé si está viva,
si no está usted ya donde no existe el deseo,
si mientras tanto ha llegado a su fin su aún crítica edad.
¿Está muerta? Pida, pues, a su losa
que se haga leve. Pida a las rosas, señora,
que vuelvan a cerrarse. Pida al disgregarse
que le lea el informe de mi disgregación.
La muerte calla a la vista de los versos
en los que voy a usted
tan cruelmente joven y ya maduro,
que en mi juventud me parezco a un rey
de un reino perdido. Pero usted sabe
cuántas alas nos faltan para echar a volar en el vuelo de un ángel
cómo reímos con la sangre y con la sangre lloramos.
Encontré mi caída y quiero decirle dónde sucedió.
Una vez en el cielo (esto de Dios lo escribo)
la transparencia se hirió de rojo celeste
y sangraba. Luego partió.Era el crepúsculo.
Tal vez fue sólo un sueño en el que soñaba
madre y padre, la casa, mis dos hermanos;
tal vez fue sólo un sueño en el que un hombre
se descubre a sí mismo bajo los círculos de agua del estanque;
tal vez fue sólo un sueño, espejo de la luna,
mas no debí soñarlo, si no me hubiera despertado luego,
no debía dejarme en las llamas que daban frío.

¡La caída de Dios! ¡Qué caída! Luego está el niño solo,
sin la fuerza de la gracia que sabe
disminuir las dificultades, acortar la lejanía,
cerrar el infierno con el perfume y la violeta.
Y luego el niño está solo y se despierta y va
hacia una realidad de males. Piensa que no llegará.

El tiempo si no quiere no cura. El tiempo es un charlatán.
Una vez una mujer, llena de encantos,
la caída parecía un no-caer: estoy hablando de Narcisa.
Todo era leve. E inexpresablemente próximo
nos habló? el gozo. Fueron palabras
que nunca podrá disolver el viento,
era una lengua, la amada lengua materna
de labios, manos, ojos, cuerpos y del vientre amado,
donde la espléndida seguridad sobre un lecho se inclina;
era esa lengua que sin lengua habla.
¿Qué quería Narcisa, cuando ante sus espejos
se quedaba y las cosas de en torno al tocarlas rápidamente se helaban?
Como Narciso, su sombra, ella nada, no quería otra cosa
que contemplarse a sí misma sin alma, sin cuerpo,
en el transparente espejo, hallaba sólo palabras de belleza,
de dureza, más dura que el diamante,
anhelaba de sí misma saber en sueños ajenos.
No era como una fuente, sino que en fuentes se ahogaba.

Ah, ¿dónde brota aquello en cuyo seno fluimos?
¿De quién las noches insomnes tanto se han posado en mí
y se han dilatado tanto que ya no me queda espacio?
He encontrado mi caída. ¿Sobre qué? ¡Sobre el llanto!

Caían mis lágrimas. Caían sobre la ciénaga;
caían por un reino vivo de miseria y de lamento;
caían sin pudor, Karina, a usted le escribo,
pida a su losa, que con la lluvia lavo,
me siento como lluvia que llueve sobre su tumba,
me siento como un llanto, sin forma ni tiempo,
le escribo, Karina, y no sé si está viva,
si no está usted ya donde no existe el deseo,
si mientras tanto ha llegado a su fin su aún crítica edad.

Conozco a una niña. Es como un beso
todavía escondido en la boca, no se le permite más,
se despereza solamente al sol, que es tenue,
no quema, apaga la sed: adormece en el seno.
Es joven como la tierra, leve como el aliento,
como las hojas tiernas, como el alba y la felicidad.
También yo conozco hermosos días. ¿Mas donde me llevarán?
¿Lo sabía usted ya? ¿Y sabe usted, Karina?
Conozco también la grandeza de las mujeres: la espera de la madre,
tal vez regrese a ella un triste hijo.
Y conozco mi tierra, alegría sin causa,
y la fidelidad. Sí, pero ignoro dónde se encuentra ahora.
Conozco el despertar súbito de amarguras y desesperanzas,
mas conocer es muy poco, y muy poco es querer,
poco es saber la traición si el perdón es imposible.

La muerte calla en presencia de los versos, verá, lo sueño aún.
¿Ante qué tempestad calla? ¿Ante qué horror?
¿Qué entenderemos allí? ¿Qué nos disgrega?
¿Qué muere también allí? ¿Qué cae allí eternamente?
¿Los amores?

No quería, no quería callar,
perdonad a Narcisa, perdonad el pecado y al mundo,
encended una vela y rogad por la tierra,
que diciembre con su hielo no la postre demasiado,
que se le dé en abril lo que se les da a las flores,
que sea para ella la noche bandera en una torre,
que ondee hacia la luz, a la hora de los astros,
que los amantes la alaben por el dolor.

Tan cruelmente joven y ya maduro,
me río hasta sangrar y lloro lágrimas de sangre
y abandonado de Dios y a Dios abandonado,
le escribo, Karina, y no sé si estoy vivo...


Jirí Orten (Kutná Hora, 1919 – 1941)

sábado, 8 de noviembre de 2014

Antonio Calera-Grobet



En un país lejano



Por Serge Pey

Para Jessica Berlanga, a quien amo y me ha salvado


EN UN PAÍS DONDE LOS MILAGROS SE ENUMEREN POR EL RAITING
SÓLO LA TELEVISIÓN ES LIBRE
EN UN PAÍS DONDE LA RADIO SE ESCUCHA CON HILOS DE SANGRE
SÓLO LA CERILLA ES LIBRE
EN UN PAÍS DONDE LAS CASAS SE ARRODILLAN POR LA GUERRA
SÓLO LOS ROEDORES SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE SE VIVE BAJO EL RATATEO DE LOS RIFLES
SÓLO LAS OJERAS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE EL RITMO SE MARCA POR LAS BOTAS DEL SARGENTO
SÓLO LA SALSA ES LIBRE
EN UN PAÍS DONDE SE SIEMBRA EL MIEDO A LA DISTANCIA SÓLO
LAS JABALINAS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE SE ENALTEZCAN LOS LIBROS CONTABLES
SÓLO LAS GUILLOTINAS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LOS FOLIOS SE SOBREPASEN CON LOS RITUALES
SÓLO LOS BURÓCRATAS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LA OLLAS DE BARRO COCINEN ARAÑAS BLANCAS
SÓLO LOS HAMBRIENTOS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LOS TALONES SON CARCOMIDOS POR LAS LLAGAS
SÓLO LAS PASARELAS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LOS HOSPITALES CURAN POR ARTE DE MAGIA
SÓLO LOS CONEJOS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LOS ESTÓMAGOS CUELGAN PARA ADENTRO
SÓLO LOS CORDEROS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LAS CARICATURAS PROMUEVAN LEYES DE LA MATERIA
SÓLO LAS AMBULANCIAS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE NO SE PROYECTE LUZ ALGUNA SOBRE LOS IRIS
SÓLO LOS ÁCAROS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE NADIE SE ESTREMEZCA CON LA LLUVIA
SÓLO EL TÉTANOS ES LIBRE
EN UN PAÍS DONDE LAS AGUAS DE LOS RÍOS NO SE BEBAN
SÓLO LOS DETERGENTES SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LA VERGÜENZA HAGA VIENTO SOBRE LA CARA
SÓLO LOS GASES RAROS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LAS LIMUSINAS SE CONFUNDAN CON LOS TEMPLOS
SÓLO LOS ARTISTAS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LOS CADÁVERES SOBREVIVAN INMÓVILES
SÓLO LAS GELATINERAS SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE LAS MUJERES SE PIERDEN EN EL DESIERTO
SÓLO LOS PERFUMES SON LIBRES
EN UN PAÍS DONDE TODOS LOS SENDEROS LLEVEN AL PRECIPICIO
SÓLO LOS SUICIDAS SON LIBRES
Y VAYA QUE ESTOS NO SON POEMAS, SON CONSTELACIONES
QUE FORMAN LA NOCHE.


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Este poema pertenece al libro “Yendo”, editado por Cuadrivio ediciones.