sábado, 25 de julio de 2015

Un poema de Mario Montalbetti



Objeto y fin del poema

Es de noche y tiene que aterrizar
antes de que se acabe el combustible.
Así terminan todos sus poemas,
tratando de expresar con un lenguaje
público un sentimiento privado.

Su ambición es el lenguaje del piloto
hablándole a los pasajeros
en medio de una situación desesperada:
parte engaño, parte esperanza, parte verdad.

Todos los poemas terminan igual.
Hechos pedazos contra un cerro oscuro
que no estaba en las cartas.

Luego hallan los restos: el fuselaje,
la cola como siempre, intacta,
el olor a cosa quemada consumida por el fuego.

Pero ninguna palabra sobrevive.


Mario Montalbetti (Lima, 1953)

sábado, 18 de julio de 2015

Galway Kinnell



Cuando se ha vivido mucho tiempo solo


1

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
uno evita matar la mosca
y la deja ir, y duda en golpear siquiera
al mosquito a pesar de querer dar una manotada
a la carne bajo él, y saca uno al sapo
del profundo pozo que no pudo salvar,
lo lleva al pasto sin preocuparse
de la ponzoña con que lubrica su piel,
y envuelve en una toalla la golondrina
que cayó por la chimenea y golpea
insistente las ventanas, la libera uno,
la ve volar, un lazo vital con la realidad,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


2

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
uno atrapa a la serpiente por detrás de su cabeza
y la sostiene hasta que ha dejado de intentar
clavar en nuestra carne su roja lengua
—dividida en dos negros filamentos y que brota
como los eructos del tragafuego
y poco tienen que ver con el trozo rosado que crea
los sonidos y duerme en la boca humana—
y la atrapa entre sus quijadas
dejando que las puntas se muestren,
así como hacen los niños al concentrarse
y como quizás hace uno sin saberlo,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


3

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
entre arrepentimientos tan grandes que el pasado
ocupa casi todo el espacio de la conciencia,
uno percibe en los ojos de la serpiente —que miran atrás
sin por eso prestar menos atención al futuro—,
la primera capa del leucoma opaco, azul lechoso
que cubre a las serpientes poco antes de cambiar
de piel y tornarse nuevas —mientras continúan,
por supuesto, envejeciendo—, ese mismo bleu passé
que blanquea las córneas de los ojiazules
cuando se tienden la final y bucan el cielo,
y ese diluirse, uno sabe, significa que jamás lo hallarán,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


4

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
uno lleva a la serpiente cerca de la bocina
de la que brotan bellos sonidos, y la mira arquear
su parte frontal en cuatro ángulos rectos,
como queriendo desacelerar la música
que fluye a través de ella, para absorberla
como leche del paraíso entre su carne,
hasta que un tenue brillo aparece en su boca,
una gota de fluido intenso, tal como en los humanos
podría formarse tras larga excitación en la punta
del pene, y mientras se yergue
tiene el pathos que encuentra uno en el pene,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.  


5

cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
uno tiene a examinar a una criatura
comparando su rostro eterno con el nuestro,
pleno de horas, midiendo cada diferencia,
exagerándola, haciéndola total hasta que
el otro es completamente otro, entonces,
con gran esfuerzo, mostrando la lengua quizás,
repasa cada diferencia una vez más,
y cancelándola, no ve ya
si no semejanzas, hasta que… media hora después
uno despierta repentinamente, sorprendido de las ansias
con que se abandonó al gozo del parentesco,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


6

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
y escucha uno de mañana a los tórtolas
cantando su kyrie eleison o algo minúsculo,
espiritualizado en una rama, gritar “¡pihuit-fib!”
a los grillos avivar el fuego
de sus muslos al frotarlos, o pajarillos que silban
como chiquillos por los campos y al atardecer
tintineos constantes como golpes de cincel y mármol
o al caer la noche a los renacuajos apenas transformados en ranas
elevar su ave verum corpus —escuchamos a aquellos
que brincan o vuela pedir para nosotros la piedad
de otras lenguas— y las oímos como voces interiores,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


7

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
uno sabe que la conciencia lo consuma todo,
y como el único consciente entre estos otros
que pronuncias su canto de asistencia
—embruja la avecilla más pequeña “¡chi-bec!”
o tañe el carpintero de cabeza roja
un tubo de desagüe o el urogallo tamborilea
“tump tump tump tump-tump-
tump-tump-rup-rup-rup-rup-r-r-r-r-r”
entre los árboles, todos ellos al correr el tiempo
tratando de cantar hasta reconocerse—
uno sabe que está aquí para oírlos hasta brillas,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


8

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
le agrada a uno el cerdo que tolera poco la falta
de placer tanto como el puercoespín o cerdo espinado
que entra al sótano pero no a las casa
para tragarse las escaleras del sótano de abajo hacían arriba
y gusta uno de la lombriz que encogiéndose
y expandiéndose penetra la tierra
tanto como de la mariposa que aletea preocupada
entre las lilas, mientras oscurecen
y, poco a poco, nos percatamos de gustar de
cualquier especie más allá de la nuestra,
que ha enloquecido, exiliándonos de nosotros mismos,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


9

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
amargo, misántropo, hace uno suyo el
alarde satánico: mejor reinar en el infierno
que someterse en la tierra y olvida
su raza —como la serpiente que ahora cesa
sus intentos por llegar al suelo y se demora
sobre nuestro cuerpo, acomodándose al contorno,
adoptando su temperatura— y pierde uno la esperanza
de la dulzura de la amistad o el amor,
poco después no puede ya recordar lo que son
y envidia la quietud de los inorgánico:
desintegración que quizá uno no sepa detener,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


10

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
y el tordo llama y hay respuesta,
y la cabeza del sapo en la superficie repite
los himnos sexuales de su primera primavera
y la serpiente desciende bajo el umbral
y desaparece entre las rocas, uno los mira
vivir para unirse a los suyos y sabe que
después de mucho tiempo de soledad y tanta distancia
des los nuestros, cerca del reino de los otros,
la fuerte oración en nuestro canto
volverá, si uno lo hace, a lo propio,
un mundo casi perdido, en el exilio que se ahonda,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


11

Cuando se ha vivido mucho tiempo solo,
uno quiere vivir una vez más entre hombres y mujeres,
tornar allá donde rompimos con lo humano,
donde el bullicio de la muerte y ahora también
de la historia refleja su brillos en los rostros,
donde la mirada del bebé rebasa aquella de la
bisabuela, donde los amantes conversan
con labios ásperos de tanto besar, ese lenguaje
igual en cada boca, y como aves al amanecer
parlotean la canción de cielo y tierra
hasta que el sol se ha elevado y quedan
en el halo de ser uno: hasta el final,
cuando se ha vivido mucho tiempo solo.


Galway Kinnell
(Providence, 1927 – Vermont, 2014)


Tradución: Luis Mayer