sábado, 29 de junio de 2013

Sábado de clásicos



Lo primero es lo primero

Desvelado, yací en los brazos de mi propio calor y escuché
una tormenta que paladeaba su condición de tormenta en la oscuridad invernal
hasta que mi oído, como ocurre cuando estoy medio dormido o medio sobrio,
se afanó en desentrañar ese alboroto exclamativo,
trocando sus etéreas vocales y acuosas consonantes
en un discurso de amor indicativo de un Nombre Propio.

Difícilmente la lengua que hubiera escogido yo, y sin embargo, en la medida
en que lo permitían la estridencia y la torpeza, te elogiaba,
reconociéndote como una criatura divina de la Luna y el Viento del Oeste
con poder para domar monstruos reales e imaginarios,
comparando tu aplomo vital con un condado montañés,
verde a posta por aquí, por allá puro azul por si trajera suerte.

A pesar de lo estruendoso que era, a solas como sin duda me encontró,
reconstruyó un día de silencio peculiar
en que un estornudo podría haberse oído a una milla, y me permitió caminar
sobre un promontorio de lava a tu lado, la ocasión tan eterna
como la mirada de cualquier rosa, tu presencia exactamente
tan singular, tan valiosa, tan allí, tan ahora.
Todo ello, además, a una hora en la que más a menudo de lo que quisiera
un diablo sonriente me molesta en hermoso inglés,
prediciendo un mundo en el que todo lugar sagrado
es un yacimiento cubierto de arena al que acuden todos los tejanos cultos,
desinformados y desplumados por sus guías,
y todos los corazones mansos se han extinguido cual Obispos Hegelianos.

Agradecido, dormí hasta una mañana que no dijo
cuánto creía de lo que, según yo, había dicho la tormenta
sino que discretamente hizo que me fijara en lo que había hecho
-unos cuantos metros cúbicos más en mi cisterna
contra un verano leonino-, estableciendo prioridades:
miles han vivido sin amor, nadie sin agua.
                                                                                       

                                                                                 1956

                                                                                 W.H. Auden
                                                                                 (York 1907 – Viena 1973)

Versión de Eduardo Iriarte
"Canción de cuna y otros poemas"

(Amediavoz)

lunes, 24 de junio de 2013

Lunes de locales y nacionales



[D. Queda prohibido, al cerrar el puño]


Yo no quiero noquear a mi adversario.

Quiero pegarle, alejarme, y mirar cómo le duele.

Yo quiero su corazón.



Joe Frazier







El cuarto asalto estaba vacío.



Loïc Wacquant



Puños al frente
así recordaríamos esos años
[intacto el odio y el rencor contra el púgil]
el enemigo, no habría derrotas
acaso la tardía cobranza de los duelos
infatuaciones / vilipendios.
Todo extemporáneo. Todo irredento.
Todo dispuesto:
la afición de luces
las mandíbulas
el escenario.
Ese proclamar de otro el estropicio.
Habría sí, enumeraciones:
perseguirlo sin pausa
cortarle los ángulos
una locomotora subiendo una cuesta
uno dos / uno dos.
No digamos ya
habernos rendido
no digamos / no pidamos
esquina tregua anfetaminas.
No ahora
que todo palpita.
Todo intacto [aún sin suceder].
Todo por verse.
En lenta cámara el vapuleo
ambas cejas ya sangrantes.
Ruidos de combate
rechinar de las botas que se deslizan por la lona
sonidos mates de los golpes
gritos y suspiros de la gente.
Señalar que esto ocurrió [cincuenta y nueve segundos
asalto número catorce] hace ya
muchos nombres
[personas o cosas]
ese ligero temblor
[que se pierden]
ese rehusarse
[esto está sucediendo]
en la austeridad de lo visible
[esto está por ocurrir].
Una avalancha de golpes
rematada con un derechazo corto a la sien
una fiesta con ese humo en el aire
así recordaríamos esos años.
Vamos, hombre [mantén alta la guardia].
Acércate. Con las dos manos [del cuerpo a cuerpo líbrate].
Más cerca. Más cerca. Con las dos manos. Vamos.
Baila alrededor de tu adversario.
Muerde.
Pega primero.

                       

                                                                                Sara Uribe
                                                                                (Querétaro, 1978)


Pág. 50

Siam

FETA

México 2012

sábado, 22 de junio de 2013

Sábado de clásicos



Vida de artistas
(Fragmento)


1

Aprende a modelar antes de dar acabado a las cosas,
Susurra Miguel Ángel…
                                        Antes de dar testimonio,
Cerciórate de tener algo digno de testimonio.
Podría agregar:
No des brillo a lo no digno o tolerable,
No pulas lo perecedero.

Marzo al norte del sur. El extremo calor de los idus
Golpea las ramas de los árboles de invierno,
                                                                activa los sensores
Haciendo emerger inmodesto el verdor
De las hojas muertas, sus ensueños de opio.
Sauces como capuchas de medusa y frente ósea,
     comienzan a ascender
Entre profundos sepias, las avispas renacen
                                         y las plantas ensayan sus escalas.

Según el Apocalipsis de Poussin,
                                   somos meras exhalaciones emanadas
Desde el infierno que pende la barrera-corazón del
     paisaje:
Algunos huyen entre el polvo, otros procuran su reposo
     en la boca escaldada del viento,
Algunos desaparecen en llamas…
                                                    Como yo esta tarde
Bajo las breves flamas del ciruelo, blanco-en-lo-blanco-
      en-lo-blanco,
Pájaro sin nombre en la rama, luz de pulmón que no es
      de este mundo.



                                                                          Charles Wright
                                                                          (Tennessee, 1935)



Pág. 141

Zodiaco negro

Traducción de Jeannette Clariond

Prólogo de Harold Bloom

 Pre-Textos, Poesía

España, 2002

lunes, 17 de junio de 2013

Lunes de locales y nacionales



Puerta abierta


Hay un mundo al otro lado de la puerta

Derek Walcott

  
Justo ahora,
el mundo es una mala fotografía.
Un perro aparece y desaparece.
Una bicicleta lleva un hombre a no sé dónde.
La ciudad,
allá lejos,
descansa bajo el sol su geometría.
El cielo es apenas un pedazo de sí mismo.
La mitad de un árbol se mece al viento.
Un gato tras el umbral,
recostado,
es un dios.



                                                      Ricardo Solís
                                                      (Sonora 1966) 





Pag. 106
La piel del desierto
(Alejandro A. Ramírez, Dante Salgado, Ricardo Solís, Fernando Vizcarra)
Colección: El ala del tigre
Universidad Nacional Autónoma de México
México, 2000.