miércoles, 21 de noviembre de 2018

Poema de la casa


Muerte blanca

Los santeros de mi vecindad
cantan entre cortinas blancas,
entre cuerpos blancos, sábanas puras,
entre el calor y la hierba de los santos.
Casi me parece escuchar
aquellos versos de Guillén:
¡Yambambó, yambambé!
Y mira que yo no conozco
muchas canciones ocultas,
y no he salido de mi país
para bailar y beber en otras lenguas,
¡Yambambó, yambambé!
El sol que me cubre es el mismo
y la piel que me cubre es la misma.
La cabra que vivía en el pasillo
ha desaparecido. La cabra era blanca
y blanco su sacrificio. Casi me parece
escuchar aquellos versos de Guillen:
¡Yambambó, yambambé!
El hombre me parece efímero y hermoso
y débil como una flor arrinconada.
El hombre y los rituales del hombre, ¡Yambambó!
La suerte de la granja en sacrifico, ¡Yambambé!
Ellos lo curan todo, ¡Yambambé!
Ellos viven felices, ¡Yambambó!

¿Por qué mataron a la cabra, güerita?
Para protegernos de la calle, güerito.

Blanca puede ser también la muerte
entre cortinas y sábanas blancas,
clara la noche, cielo de veladoras.
Casi me parece escuchar
aquellos versos de Guillén.
Pueden dormir tranquilos.
Afuera alguien canta y nos protege.

¿En qué creen los que no creen?
En la música y la noche.



Nada notable
Cuadrivio, 2018

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