martes, 28 de febrero de 2023

Una gota de política, Vladimir Mayakovski

Una gota de política. Una gota porque no es mi especialidad, porque he vivido poco en México y habría que escribir mucho sobre el tema.

            La vida política de México se considera exótica porque algunos hechos resultan paradójicos a primera vista, y a veces adquieren tintes extraños.

El vaivén de presidentes, el voto decisivo del colt, las revoluciones que nunca se extinguen, los sobornos insólitos, la heroicidad de las insurrecciones, la venalidad de los gobiernos, todo esto está presente en México y de sobra.

Antes que nada, tengo que hacer algunas aclaraciones sobre la palabra revolucionario. Para los mexicanos, no sólo es quien entiende o presiente los siglos venideros, lucha por ellos y lleva a la humanidad hacia el futuro; el revolucionario mexicano es cualquiera que derroque el poder con armas en la mano, no importa de qué poder se trata.

Y, como en México cualquiera ha derrocado, está derrocando o quiere derrocar a algún poder, todos son revolucionarios.

Por eso esta palabra en México carece de sentido y si la encuentra en el periódico en relación con la vida sudamericana, hay que investigar e indagar más. He visto a muchos revolucionarios mexicanos: desde jóvenes entusiastas del Komsomol[1] que esconden el colt hasta que llegue la hora y esperan que México siga el camino trazado por la Revolución de Octubre; desde éstos y hasta viejos de sesenta y cinco años que acumulan millones para pagar algún alzamiento tras el que creen entrever que conseguirán el puesto presidencial.

En México existen unos doscientos partidos con algunas curiosidades dignas de cualquier museo, por ejemplo, el Partido de la Educación Revolucionaria de Rafael Mallén, que tiene su ideología, su programa y su comité central pero sólo se compone de él mismo; o los líderes fracasados, que ofrecen al ayuntamiento empedrar una calle entera por su cuenta para que al menos un callejón lleve su nombre.

Desde el punto de vista de los obreros, resulta interesante el Partido Laborista. Es un partido obrero pacífico, cuyo espíritu se acerca al norteamericano Gompers[2], la mejor muestra de cómo se degeneran los partidos reformistas al pasar de la lucha revolucionaria al regateo por las carteras ministeriales, discursos nobles desde la tribuna e intrigas comerciales y políticas en los pasillos.

            Es interesante la figura de uno de los representantes de este partido, el secretario de Trabajo, Morones, que invariablemente sale en todas las revistas con diamantes resplandecientes en el pecho y en los puños de las camisas.

            Lamento no poder ofrecer una descripción más amplia de los comunistas de México.

 

 

Mi descubrimiento de América 

Vladimir Mayakovski

Almadía, 2013. Págs. 59 / 60

Traducción de Olga Korobenco



[1] Organización juvenil del Partido Comunista de la Unión Soviética, inicialmente fundada en Rusia en 1918 y después copiada en otros países.

[2] Samuel Gompers (1850 – 1924) fue un sindicalista estadounidense, creador y presidente de la Federación Americana de Trabajo. Luchaba por mejoras económicas en la vida de los obreros y apoyó varios actos legislativos que restringían la inmigración para evitar la bajada de sueldos.

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