sábado, 5 de octubre de 2013

Sábado de clásicos



Currículum Vitae

 
Larga es la noche,
larga para el hombre
que no puede morir, largamente
se tambalea bajo farolas
su ojo desnudo y su ojo
cegado por el aliento de aguardiente, y el olor
a carne mojada bajo sus uñas
no siempre le aturde, oh dios,
larga es la noche.

Mi cabello no se encanece
porque salí del vientre de las máquinas,
Rosarroja* me untó de alquitrán la frente
y los mechones, habían estrangulado
a su hermana, blanca como la nieve. Pero yo,
el jefe de la tribu, pasé por la ciudad
de diez veces cien mil almas, y mi pie
pisaba las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual
pendían diez veces cien mil pipas de la paz,
frías. Una calma de ángeles
deseé a menudo para mí
y cotos de caza llenos
de los gritos impotentes
de mis amigos.
 Con las piernas y las alas abiertas
subía la sabihonda juventud
sobre mí, sobre el estiércol, sobre el jazmín,
hacia las inmensas noches del secreto
de la raíz cuadrada, la leyenda de la muerte
empaña mi ventana cada hora,
dadme euforbia y verted
la risa en mi garganta
de los viejos que nos antecedieron, cuando
caiga yo sobre los infolios
en el sueño vergonzoso,
para que no pueda pensar,
para que juegue con flecos
de los que cuelgan serpientes.

También nuestras madres
soñaron con el futuro de sus maridos,
los vieron poderosos,
revolucionarios y solitarios,
pero después del retiro los han visto encorvados en el huerto
sobre las llameantes malas hierbas,
mano a mano con el fruto charlatán
de su amor. Triste padre mío,
¿por qué callasteis entonces
y no habéis seguido pensando?

Perdido en las cascadas de fuego,
En una noche junto a un cañón
que no dispara, condenadamente larga
es la noche, bajo el esputo
de una luna enfermiza, su luz
biliosa, pasa volando sobre mí
el trineo con la historia
embellecida,
en la vía del sueño de poder (lo cual no impido).
No era que yo durmiese: estaba despierto,
entre esqueletos de hielo buscaba el camino,
volvía a casa, me ceñía el brazo
y la pierna con hiedra y con restos
de sol blanqueaba las ruinas.
Respeté los días festivos,
y sólo si mi pan estaba bendecido
lo comía.

En una época arrogante
hay que pasar de prisa
de una luz a otra, de un país
a otro, bajo el arco iris,
con la punta del compás en el corazón,
tomando la noche por radio.
Abierto de par en par. Desde las montañas
se ven lagos, en los lagos
montañas, y en el armazón de las nubes
se balancean las campanas
de un mundo. Saber de quién
es ese mundo, me está prohibido.

Ocurrió un viernes:
-yo estaba ayunando por mi vida,
el aire chorreaba del zumo de los limones
y la espina estaba clavada en mi paladar­
entonces saqué del pez abierto
un anillo que lanzado
al nacer yo, cayó en el río
de la noche y se hundió.
Yo volví a lanzarlo a la noche.

Oh ¡si no tuviera miedo a la muerte!
Si tuviera la palabra
(y no la errase)
si no tuviera cardos en el corazón
(y rechazara el sol),
si no tuviera avidez en la boca
(y no bebiera el agua salvaje),
si no abriera el párpado
(y no hubiera visto la cuerda).
¿Están tirando del cielo?
Si no me sostuviera la tierra
hace tiempo que yacería quieta,
hace tiempo que yacería
donde me quiere la noche,
antes de que hinche las narices
y levante su casco
para nuevos golpes,
siempre para golpear.
Siempre la noche.
Y nunca el día.



Ingeborg Bachmann  
(Klagenfurt, 1926 – Roma, 1973)

lunes, 23 de septiembre de 2013

Lunes de locales y nacionales



LA PLECA, LA PLICA Y LA POLKA HACEN LAS VECES DE FITO MACAY

La pleca, la plica y la polka hacen las veces de Fito Macay, y yo no sé nada de ello.
La pleca, la plica y la polka hacen las veces de Fito Macay, y se meten por sus hoyos,
y le hacen sentir muy mal, y yo no sé nada de ello pero me encanta.
Daría mi vida por ello, mi vida por la suya,
quiero decir las vidas de la pleca, de la plica y la polka,
mis perras mal avenidas, porque hay que decir que las amo con toda mi alma.
Así es y será.
La pleca, la plica y la polka hacen las veces de Fito Macay,
y yo no sé ni si quiera quién es ese tal Macay.
Me dicen unos que Macay soy yo,
y que ellas vestidas de falda por el mercado, bellas peinadas con sus peinetas de carey por el mercado,
van diciendo a  todo el mundo que son mías y sólo de mí, mis parcas, mis lindas mujeres imaginarias.
Y yo no sé de esto, de verdad, o sé muy poco.
Sé que las veo de vez en cuando y cuando eso pasa las mimo melosamente,
 y ellas me hacen escribir aunque me duelan y me tiren de piedras,
y me saquen de mis casillas las pocas noches que ultrajamos, repito, esas perras. 
Pero ellas también y yo no miento, vaya que me hacen sentir el mundo a mi alrededor esos días de fiesta,
y me despiertan a la vida con su aliento de sangre, y me revientan, y yo debo decir que eso me hace muy feliz.  
Entonces me levantó, me doy un baño de agua fría y me pongo mis camisas,
más o menos planchadas, más o menos roídas, y me siento a la máquina, 
y les dedico mis cosas, me refiero a la pleca, a la plica y a la polca, mis musas parcas,
a las que quiero tanto y ellas al parecer un tanto a mí. Hasta ahí.
Pero yo juro, que si un día veo al tipo ese, ese tal Macay, un tío como yo, casi sin pelo, 
un tipo bajo de estatura como yo, en todos los sentidos, creo,
tipo común y tan corriente como yo, ese Macay,
le quitaré la cara de un tajo al infeliz, por quererse poner también en esto de escribir.   




Antonio Calera-Grobet
(Ciudad de México, 1973)


sábado, 21 de septiembre de 2013

Sábado de clásicos



Ladrido de peces

El ángel jalaba mi energía. Mi energía como una piel, un lienzo de túnica, una cobija, mano flácida al final del brazo, cuerpo de suicida que pende al cabo de su cuerda. El Ángel jalaba como en el juego de la soga. El ángel de un lado, yo del otro. Un péndulo oscilando entre la sombra y la luz. “No quiero ir a los túneles de Gaza”, le digo. A los dos gatos, a mi esposo y a mí, nos sembraron en medio de las sábanas, quiero quedarme aquí, no a donde silban las balas, no en otra parte donde abren cuerpos como ostras al paso del cuchillo.

No quiero ver la película de horror, en su versión snuff. Y al mismo tiempo —cómo es la vida de terca, la belleza de inmortal— una flor crece en el desierto de Chihuahua, dibujando desde su cama de arena, con sus pinceles de clorofila, la estela diminuta de un avión supersónico (despega vertical hacia el cielo, como si quisiera alcanzar a Dios).
El ángel de un lado, yo del otro. Un péndulo oscilando entre la sombra y la luz.



Francoise Roy
(Québec, 1959)

miércoles, 4 de septiembre de 2013

De la casa


Farsa de Aurora


Huir así como la fiebre
en farsa de aurora o de diablo 

Ernesto Lumbreras


Aurora no llama.
Aurora no toca la puerta.
Pensaba volver cuando le dije
que la noche era de paso,
que de Torreón a Chihuahua
las horas son cortas.
                                     Mentía,
y Aurora tuvo miedo.

En el bar todos me hablan de Aurora
mientras llora la cerveza, ahogándose
en sus lágrimas de escarcha.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Lunes de locales y nacionales



Paraíso


A unos pasos de desplomarse,
pasa por los huesos descarnados,
la carne pútrida,
los carroñeros rompiendo fémures,
las moscas desovando en las mejillas
del agónico,
las palmeras gigantes,
los frutos rezumantes en flor,
y el picor en los pies por la playa.
Es el paraíso,
pero el hombre está en guerra.




                                             Rui Caverta
                                            (Ciudad de México, 1964)