sábado, 3 de agosto de 2013

Sábado de clásicos



Huyendo

Después de que matates a tu hermano,
después que lo volvites cecina,
que te echates las tripas por el cuello y bufabas
después que se te hizo poco para quitarle pedazos
y darle más y más tajos.

“Hay que rezar la oración, hay que rezar la oración”.
Y te volvites hormiga y cuando pasaban los guardias
te metías bajo las matas
y te volvías gusano y te subías
por las tapias
y las tapias estuvieron llenas de sangre y por la noche
brillaban
y se oían salir quejidos del monte.

Te fueron a buscar por los chaos y
te buscaron por el monte y
“Hay que rezar la oración, hay que rezar la oración”
y comenzaba a llover y se ponía todo
resbaloso,
y se resbalaba la gente en los huesos de tu hermano y las costillas de tu hermano
que brillaban por la noche
sobre los cerros.

No comás hígado por estos días,
no comás tripas, no comás
sesos,
no comás carne por estos días
porque te vas a comer el hígado y las tripas y los
sesos de tu hermano
y te vas a estar con una espina de mapurite;
con una espina de mapurite clavada en la garganta, clavada en
la boca del estómago,
clavada en la nuca, clavada en las vergüenzas.

Mira que el campanero repica y habla la boca de tu hermano
y que juegan baraja y se apuesta una pierna de tu hermano
y que bailan y toca la mano de tu hermano
y que silban y son los labios de tu hermano
y que muerden y son
los dientes de tu hermano.

Hasta que aparecítes,
hasta que te trajo el río,
hasta que después del aguacero te trajeron las aguas
y no tenías ojos.


                                                                    

                                                                                                Ramón Palomares
                                                                                                (Escuque 1935)



Pág. 75
Vuelta a casa
Antología
Fundación Biblioteca Ayacucho
Colección Clásica
República Bolivariana de Venezuela, 2006.

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